Diría que el tiempo me ha vuelto algo apolítico, descreído, desconvocado, y en realidad no. En realidad lo que me pasa es que me niego a renunciar a ciertas convicciones que la suma de experiencias vitales ha ido –e irá– puliendo, sólo porque la línea ideológica con la que más me identifico no las contempla, y renuncio a manifestar esas convicciones porque he detectado que en España hay una ideología vastamente arraigada, y es la de la irracional intolerancia hacia cualquier cosa que no sea LO DE UNO.
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