Diría que el tiempo me ha vuelto algo apolítico, descreído, desconvocado, y en realidad no. En realidad lo que me pasa es que me niego a renunciar a ciertas convicciones que la suma de experiencias vitales ha ido –e irá– puliendo, sólo porque la línea ideológica con la que más me identifico no las contempla, y renuncio a manifestar esas convicciones porque he detectado que en España hay una ideología vastamente arraigada, y es la de la irracional intolerancia hacia cualquier cosa que no sea LO DE UNO.
tanto vivir y solo era una espera
t a n t o v i v i r y s o l o e r a u n a e s p e r a
21 feb 2012
19 feb 2012
Greguerías, I
Templar bien el agua del baño es como preparar un buen té.
La linterna del acomodador nos deja una mancha de luz en el traje.
La magia se ha perdido: ¡ya hay zapatos de cristal para todos los pies!
La plancha parece servir café a las camisas.
¡Qué dura le ha salido la barba al erizo!
El hielo se derrite porque llora de frío.
El beso es una nada entre paréntesis.
La arquitectura árabe es el agrandamiento del ojo de la cerradura.
Las básculas marcan las doce en punto.
Venecia es el sitio en que navegan los violines.
Suerte excepcional es la de esa columna que ha quedado en pie en medio de la ruina de los siglos.
Cuando hemos sentenciado a muerte a la mosca, parece que se da cuenta y desaparece.
Hay suspiros que comunican la vida con la muerte.
En los del telégrafo quedan, cuando llueve, unas lágrimas que ponen tristes los telegramas.
La vida es decirse ¡adiós! en un espejo.
Al ombligo le falta el botón.
Los que fechan cualquier cosa con números romanos son unos MMMEMOS.
El ciervo es el hijo del rayo y del árbol.
La T está pidiendo hilos de telégrafo.
Hay un día al año en que ponen bombillas nuevas a la luna.
Las lágrimas desinfectan el dolor.
(Ramón Gómez de la Serna)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)