El alivio que habrá sentido César en la mañana de Farsalia, al pensar: hoy es la batalla.
El alivio que habrá sentido Carlos Primero al ver el alba en el cristal y pensar: hoy es el día del patíbulo, del coraje y del hacha.
El alivio que tú y yo sentiremos en el instante que precede a la muerte, cuando la suerte nos desate de la triste costumbre de ser alguien y del peso del universo.
(Borges, Los conjurados, 1985)