"We work in the dark -we do what we can-, we give what we have. Our doubt is our passion, and our passion is our task. The rest is the madness of art."
(Henry James, The middle years, desde el blog de Rafael Reig)
"¿Es la comedia un género menor dentro del mundo artístico?", me preguntaban hace poco en una entrevista para un periódico local. Porque a los cómicos desconocidos nos entrevistan también, pero en prensa desconocida, por si acaso. Si algo tiene la poética del fracaso es coherencia.
Pero al caso: ¿un género menor?
Depende, claro, de qué es lo que entendamos como "comedia". Si estamos hablando de la comedia como "algo que te hace reír", como esa epidermis de lo cómico, esa acartonada superficie que divide los géneros en función de si su unidad básica es la carcajada o la lágrima, como cuando los personajes de dibujos se dividían entre buenos y malos.
O depende, claro está, si nos adentramos en las profundidades mismas del origen de la comedia, en su raíz trágica, en su búsqueda epistemológica, en su capacidad de construcción desde la destrucción, desde la purga.
Dicho lo cual, cuando vemos a un dibujo animado tropezar con una cáscara de plátano, o escuchamos el chiste del perro que se llamaba Mistetas (sin duda, el mejor amigo del hombre), cuya dueña le pregunta a un policía: "¿ha visto usted a Mistetas?", asistimos al resultado del conflicto entre la voluntad de ser un héroe y la falacia del fracaso: hay una complejidad inherente a lo anecdótico de las dos guasas, conmovidos como estamos ante la torpeza del primero y la ingenuidad del agente de la ley respondiendo a la señora: "no, pero me gustaría verlas".
No consigo evitar la afirmación borgeana: "no sabemos qué es la realidad". Y nos reímos, con esa risa simplona, balbuceante, alocada, terca, vulnerable. Nos reímos secreta y clandestinamente. Nos reímos porque es otra forma de llorar lo que nos duele, lo que no sabemos por qué duele, lo que nos sigue doliendo mientras tanto.
Así las cosas, en la comedia confluyen las búsquedas más íntimas y esenciales del ser humano. Cualquier intento por clasificarla de otro modo tropezará, inevitablemente, con el absurdo de la cáscara de plátano de la superficialidad del argumento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario